La Historia de la Filosofía según Nietzsche:

Nietzsche introduce en la historia de la Filosofía una horrible sospecha: la de que hemos esquivocado el camino. Desde Parménides hasta Hegel (pasando por Sócrates, Platón, los filósofos cristianos y Kant, entre otros), el pensar filosófico ha seguido un camino de decadencia (estado propio de enfermos y perdedores). Quienes no pudieron imponer su voluntad culparon al mundo y a la vida en nombre de un más allá inexistente.

Nietzsche cree que esa "gran mentira" ha llegado a su fin, ha sido desenmascarada. Y a este hecho histórico-filosófico, al que llamaba "la muerte de Dios", lo seguirá un período de nihilismo que, según él mismo anuncia en La voluntad de poder, se extenderá durante “los dos próximos siglos”.



El siguiente cuadro presenta, en forma esquemática, la concepción nietzscheana de la historia de la Filosofía. Debajo del mismo se encuentra una breve explicación.



Sabiduría trágica: En el prólogo a El origen de la Tragedia escrito a fines de 1871, Nietzsche afirma que “el arte es la tarea más alta y la única actividad esencialmente metafísica de la vida”. Y, a este respecto, la tragedia griega (especialmente en la figura de Esquilo y de Sófocles) fue el arte por exelencia, pues mostraba de un modo bello la verdad: lo trágico de la existencia. No recibe los mismos elogios Eurípides, a quien Nietzsche presenta como “una máscara por cuya boca no hablaba ni Dionisos ni Apolo, sino un demonio que acababa de aparecer, llamado Sócrates”.

Heráclito: En la revisión autobiográfica de su tarea como escritor, titulada "Ecce homo", Nietzsche afirma que antes de él "faltaba la sabiduría trágica. En vano he buscado indicios de ella incluso en los grandes griegos de la filosofía, los de los dos siglos anteriores a Sócrates. Me ha quedado una duda con respecto a Heráclito, en cuya cercanía siento más calor y me encuentro de mejor humor que en ningún otro lugar. La afirmación del fluir y del aniquilar, que es lo decisivo en la filosofía dionisíaca, el decir sí a la antítesis y a la guerra, el devenir, el rechazo radical incluso del propio concepto "ser", en esto tengo que reconocer lo más afín a mí entre lo que hasta ahora se ha pensado."

La gran mentira: El hombre es quien valora, quien da sentido a las cosas. Sin embargo, el hombre no reconoce esa verdad básica y pretende que el mundo tiene un sentido objetivo y trascendente. Esta concepción se encuentra expresada del modo más claro en Platón, quien afirma que para poder comprender este mundo es necesario "suponer" la existencia de otro, más real y metafísico. Desde esta perspectiva, no se puede hablar de que algo es verdadero, bueno o bello, ni siquiera de que es, si no existieran la verdad, la bondad, la belleza y el ser en sí mismos. El mundo suprasensible se transforma así en la medida que permite juzgar al mundo. La cultura occidental está basada, según Nietzsche, en esta afirmación del mundo suprasensible, que constituye "la gran mentira". Dentro de esta mentira, los ideales, los valores, las normas, no se presentan como la ocurrencia de algunos sino como el resultado de la reflexión sobre las condiciones de posibilidad de la existencia del mundo sensible, de donde surge su carácter objetivo y trascendente.

Los teólogos cristianos identificaron la idea platónica de Bien con el Dios bíblico. A partir de entonces, la Metafísica y la Ética tuvieron en Dios su fundamento. De este modo se preparaba, con más de mil años de anticipación, la llegada del nihilismo, ya que, cuando cayera la fe en Dios, caerían con ella la Metafísica y la Moral.

La Metafísica como el camino errado de Occidente: Occidente equivocó el camino. La Metafísica calumnió y negó este mundo (el único) en nombre de otro inexistente. El origen de este rechazo no es de orden teórico sino psicológico. Los hombres decadentes, perdidosos y débiles lograron imponer su visión enfermiza de las cosas. Una voluntad de poder que no logró imponerse al mundo terminó afirmando que éste es portador de un sentido previo y trascendente, y encontró en esa mentira una fuente de poder para doblegar a los espíritus fuertes: la "conciencia".

Con su distinción entre noúmeno y fenómeno, Kant no hace sino prolongar la tradición cristiana al seguir postulando la ruptura entre un "más acá" y un "más allá". Y en su ética, al afirmar la necesidad de postular la existencia de Dios, vuelve a unir el problema ético al teológico, colocando a Dios como pilar de la vida ética.

Hegel ha jugado también un papel conservador. Su "sentido de la historia" es visto por Nietzsche como una estrategia para convencernos de la divinidad de la existencia. Así, la "Historia" ocupa el lugar de Dios y, como éste, impone un sentido y exige obediencia absoluta.

Nietzsche anuncia por primera vez en La gaya ciencia que "Dios ha muerto". La gran mentira de la Metafísica ha caído empujada por un precepto del propio cristianismo: la búsqueda de la verdad. El Dios cristiano carece, según Nietzsche, de realidad, al igual que el Ser de Parménides, el Bien de Platón o el Uno de Plotino. Dos mil años le ha tomado a Occidente descubrir esta verdad. Y ahora, una vez que lo ha logrado, queda sumido en el nihilismo. Con Dios se derrumba toda trascendencia. Con él perecen la Metafísica y la Moral. Ya no hay un punto de referencia absoluto desde el cual juzgar. Nada tiene sentido, nada tiene valor.

Nietzsche ve a la muerte de Dios como la gran posibilidad. Ahora el hombre puede crear libremente sus valores y dotar de sentido al mundo, sin necesidad de hacerlo de un modo encubierto, sin necesidad de pretender que esos valores que él crea tienen un respaldo divino o trascendente.

Nietzsche lucha contra la Metafísica, contra su error dos veces milenario. Por ello se propone lograr la inversión de la Metafísica, mostrando que el mundo que la Metafísica calumniaba y consideraba sólo aparente es el único verdadero y que aquel mundo que la Metafísica presentaba como real, eterno y arquetípico no era sino "la gran mentira".



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